Cactus Vargas M.
Ojalá
pudieras verte tan linda como yo te veo. La fuerza y la resistencia de la cabra
te amamantaron; la incertidumbre y el miedo de una montaña te educaron.
Olvidaste tu linaje, creciste, te limaste los cuernos, y entregaste la llave de
tu vida a la angustia. Entonces la brecha entre nosotras se ensanchó. Caminé
sin que nadie me ofreciera la mano para cruzar las calles que marcaba mis
cambios. Raíces ausentes-presentes que causaron mi dolor. Expectante eterna de tu
compañía, y de tu palabra.
Ojalá me hubieras enseñado a protegerme, a verme como soy,
para no vivir años con el corazón perdido mientras me deslizaba a tientas por
la vida, aleccionada con el cuento fantástico del amor eterno que sacrificaría
los dedos con tal de entrar en la zapatilla, ese amor que también encontraría
mi corazón. Por un momento fui Alicia arrancando la etiqueta del frasco que le
obligaba a envenenarse y a perder su forma; extraje el peso de tu presencia en
la mía, de golpe comenzó la metamorfosis que me hizo correr lejos de ti para
descansar mis ojos de las lagrimas. Y usé mis pezuñas para detenerte, romper el
falso espejo en el que encontrabas mi reflejo en ti, y me amé.
Ojalá algún día te veas tan linda como eres, tan grande, tan
libre como debiste ser; como la que es capaz de romper con tu legado de dolor
por amor.