lunes, 12 de junio de 2017

La transformación del silencio y el lenguaje en acción

El Miedo

Tengo que dejar que este dolor fluya a través de mí y pase. Si resisto o trato de pararlo de alguna manera, va a detonar dentro de mí, me va a destrozar, mis pedazos van a salpicar todas las paredes y a todas las personas que toque. Y estos espasmos, el palpitar insistente, estúpido en el pecho. Queriendo GRITAR… desgarrarse las cuerdas en un alarido. El dolor que parece un camino estrecho: que me lleva a no sé dónde, que me arrastra a los parajes desiertos, donde el abandono es lo único que me espera.

Viene la primavera, y todavía siento desesperación… No hay margaritas. La primavera no tiene nada para mí.

No hay un lugar a mi alrededor en el cual estar quieta, para examinar
y explorar cuál dolor es sólo mío… A falta de espacios, me escondo: tras la nube verde de la hierba seca, de la risa que nace desde el humo y el fuego.

Mis silencios no me habían protegido. Tu silencio no te protegerá. Las ideas acechan, esperan, irrumpen, hasta que de pronto caen y golpean. De pronto la calma no basta, y busco. Cómo no oírme, si retumbo por todos lados.

Soy definida como otra en cualquier grupo del que formo parte. La de afuera, la extraña, a la vez fortaleza y debilidad. Mezcla de ambivalencia y realidad, un total contrasentido.         
Quiero escribir furia pero todo lo que aparece es tristeza. Hemos estado tristes tanto tiempo como para hacer que esta tierra llore, o sea fértil. Hemos estado almacenando recuerdos, hubieras, nuncas y siempres. He ordenado memorias para mantenerme con vida entre líneas dulces y confusas.
La ansiedad, es una entrega inmovilizante a cosas que hacen ruido en la oscuridad, una entrega a lo sin nombre, a lo sin forma, a lo sin voz, y al silencio. La ansiedad es irracional, me vuelve hipervigilante. Con un miedo constante a lo que no ha sucedido.
El miedo y el dolor y la desesperación no desaparecen. Sólo van haciéndose cada vez menos importantes. Tropezar o seguir flotando. Miedo al suelo, a la tierra que me jala, que me quita las alas o me sumerge.
Y siempre equilibrar los "quiero" con los "debo". No distingo que sí y que no. Esto es así: el miedo y las ganas. Las encrucijadas. Corazón y razón. Querer y pensar.
No me siento con ganas de ser fuerte, pero ¿tengo opción? No, porque la única posible además de la fuerza es la muerte.

A veces el miedo me acecha como otro tumor maligno, restando energía y poder y atención a mi trabajo. A veces el miedo es peor que ese posible tumor, porque no me deja ver la salida, me sofoca antes de cualquier intento.

El peso del silencio nos ahogará. No se puede culpar al tiempo de lo que no se dice …y hay tantos silencios para romper.

Nací con miedo. Un diecinuevedemayo nací con miedo. Sé que nací con miedo porque mi madre tenía miedo. Vivía con miedo. Nació con miedo. Me parió con miedo. La ciencia lo dijo. Yo no debería existir. Llevo la muerte conmigo, en mi cuerpo, como una condenación. Pero vivo..  Y a veces, me miro valiente, me huelo guerrera, me siento poderosa… cuando me encuentro con las mujeres amadas, esas mujeres que con la mirada y las palabras silentes y ensordecedoras nos olemos, nos tocamos, nos escuchamos, nos sabemos comunalidad… aunque como mujeres, hemos sido criadas para temer… a esta deshora, bailamos para sentirnos temporalmente descolonizadas y recordarnos en cada paso que somos nómadas del miedo, a veces lo extraviamos...

El miedo: un compañero cuyo conocimiento puede ser útil.  

Y si ver al miedo de frente es un conocimiento que puede ser útil entonces hay que  aprender a poner ese miedo en perspectiva. Si yo alguna vez había dicho lo que debía ser dicho, o si sólo me había traicionado en pequeños silencios mientras planeaba hablar alguna vez o esperaba las palabras de alguna otra persona.




Las dudas, las preguntas

Quiero a mi viejo yo, tan malo como antes. Quiero a mi pasado, con todo lo que me trajo. Me viene bien no saber quién soy. Quiero un nuevo yo, con excesos y errores mejorados. Quiero ser la persona que era, la verdadera yo.

Ser incorrecta siempre es lo más difícil, pero incluso eso está siendo menos importante. El mundo no se va a detener si yo me equivoco. Y como siempre aquí estoy . Inevitablemente estoy. En un lugar vacío siempre, donde nadie más puede estar, pero te invito.
Tu silencio no te protegerá. Del dolor, de las dudas, del coraje….y tampoco del amor, la dulzura, la esperanza, la vida.

El miedo y el dolor y la desesperación no desaparecen. Solo van haciéndose cada vez menos importantes. ¿Importa el miedo frente a la valentía de seguir adelante? ¿Importa el dolor frente al coraje de enfrentar la adversidad? ¿Importa la desesperación frente a la paz que se encuentra en la aceptación?

Un medio eróticamente vacío es esa rutina diaria, y no finjas que no lo sabes. Si bien, el hecho de tener una “rutina” no es lo malo en sí, sino el cese de disfrute, el dejar de Ser y Hacer para volcarse en el totalmente inadecuada para hacer las cosas que más deseo lograr. Continuar emocionalmente en blanco. Olvidamos que cada decisión es tan crucial. Siempre equilibrar los “quiero” con los “debo”. El mundo no se va a detener si yo me equivoco. Y siempre “quiero” y siempre “debo”.

Tengo derecho, porque yo también estoy enferma. Derecho de rechazar, derecho de decidir, derecho de inmovilizarme, derecho de callar, derecho de sanar, derecho de morir.

No me siento muy esperanzada estos días…. Ante mí solo está el vacío y la soledad. Aun así existe la creencia en un mañana, lejano tal vez, como ver un oasis en el desierto…¿espejismo surgido de mi dolor? Nada es seguro, hay que caminar hacia allá para conocer la verdad, mi verdad.

Sea cual sea el mensaje, espero sobrevivir a su entrega. Soltar, ¿es un proceso, o un precio? ¿Qué estoy pagando, el no ver antes? ¿Aprender en el borde? ¿Soltar algo precioso pero ya no necesario? Soltar el peso para elevarme. Descendiendo en círculos para planear. Tanteando un terreno que se hunde. Aterrizar o aprender a volar.

Tengo que dejar que este dolor fluya a través de mí y pase. Si resisto o trato de pararlo de alguna manera, va a detonar dentro de mí, me va a destrozar, mis pedazos van a salpicar todas las paredes y a todas las personas. Si tengo paciencia y logro traspasarlo, si mejor aún, resulta una herramienta que me permite conocer la valentía y la fuerza, podré aprovechar otros tipos de dolor que han estado guardados en mí.

Cuando me atrevo a ser poderosa, a usar mi fuerza al servicio de mi visión, entonces es menos importante si tengo o no miedo. ¿Cuál es mi visión? ¿Cómo ayudo a otras a encontrarla y a permanecer en ellas sin titubear? ¿Cómo le doy voz a mis búsquedas, como para que otras mujeres tomen lo que necesiten de mis experiencias?

Y hay tantos silencios para romper en este sistema necropolítico que me culpabiliza de mi cuerpo-cuerpa que también ha aprendido a lastimar a otros cuerpos. Mi boca: escupe, vomita, lastima, aleja… a ellas y a mí con el aliento amargo, los ojos caídos y los parpados acuosos.

Y aquí,  vestida con las lágrimas, me pregunto: ¿Dónde están los modelos para lo que se supone que tengo que ser, en esta situación?

Nuestra política es con el cuerpo. Nuestro manifiesto inicia cada vez que despertamos por la mañana y nos levantamos de la cama y salimos de la guarida y caminamos por las calles… Mi trabajo es habitar los silencios con los que he vivido y llenarlos de mí misma…  ¿el tuyo?

Y sí, soy totalmente auto referenciada ahora porque es la única traducción en la que puedo confiar. Compartamos desde el amor y unidad nuestras traducciones, ¿se imaginan? Si somos esencia pura, una geografía, un cuerpo, muchas formas de hacer cuerpo, comunidad, política... entonces, no hay una comunicación neutra. ¿Dónde dejamos de ser? ¿Dónde termina el cuerpo, y nuestro cuerpo? Somos muchas voces. ¿Se imaginan?




La voz

¿Había sido yo culpable del crimen de no ser feliz en este, el mejor de los infiernos posibles? Probablemente. Culpable de no quedarme quieta cuando las llamas tratan de consumirme, de no aceptar el infierno como destino y de pensar que la felicidad no se manifiesta entre risas nerviosas, frases calculadas y dudas frente al espejo. La felicidad debe ser otra cosa. ¿Qué monstruo depravado podría ser por siempre feliz? Aquel que acostumbrado a las propias llamas sólo espera que arda también el mundo entero.

Y sí soy totalmente autorreferenciada ahora porque es la única traducción en
la que puedo confiar, y estoy segura de que recién cuando cada mujer rastree uno por uno los hilos sangrientos y autorreferenciales de su tapiz, comenzaremos a alterar el diseño entero. Tejiendo para nosotras un presente más promisorio, en el cual cada una nos entrelacemos para darnos fortaleza, para validar la existencia sagrada de la otra.

Porque para sobrevivir en las fauces de este dragón que llamamos América, hemos tenido que aprender esta primera y más vital lección: que no se suponía que sobreviviéramos. Nos quieren muertas. Nos quieren bajo tierra. En las garras del autoexterminio. Que si no nos cazan, hagamos suicidio….

No me siento muy esperanzada estos días, ni sobre mi ser ni sobre nada. Manejo los movimientos externos de cada día mientras el dolor me llena como un absceso, y cada toque amenaza con romper la tensa membrana que evita que el pus fluya y envenene toda mi existencia. Sin embargo, algo en la calidez del sol me invita a seguir. La tibieza dulce de las nubes que entretejen el cielo, y también la caricia tímida del reflejo lunar, que desde lejos me habla, responde a todas mis preguntas en un silencio que no entiendo, y que, sin embargo, no es necesario enunciar.

Aquí, bajo los ojos del monstruo aniquilador, quiero escribir sobre el dolor que estoy sintiendo en este momento, sobre las lágrimas tibias que no dejan de venirme a los ojos… porque también el patriarcado me ha regalado la culpa de mi llanto, pero aquí estoy, sobre la luna morada, moviendo la cadera desparpajada buscando la tuya para danzar al ritmo de nuestras opresiones. En cada quiebre, rompemos un miedo juntas.

No me siento con ganas de ser fuerte, pero ¿tengo opción? Voy profundo dentro de mí; caigo en espiral esperando encontrar mi poder: el centro de donde brotan la luz y la vida.

Soy definida como otra en cualquier grupo del que formo parte. La de afuera, la extraña, a la vez fortaleza y debilidad. Pero esta distinción se yergue orgullosa: porque ahí donde esté, sé que mi presencia no es en vano.

Sueño: mujeres que hablan con mi lengua son amantes; la mujer que no hace fintas pero que iguala mi estocada, que oirá, la mujer que tengo en mis brazos, la mujer que me arma,  me hace entera, nos hace enteras.

No me siento con ganas de ser fuerte, pero, ¿tengo opción? Fingir ser valiente, guardar la calma, quedarme callada. No espero ser la misma después de mantenerme con vida así nomás, almacenando silencios, que ya están de sobra. Me gané el derecho de dejar de asfixiarme.

No necesito ganar para saber que mis sueños son válidos. Sólo necesito que estén ahí para dar sentido a mi existencia.

Las mujeres con cáncer de mama son guerreras también. He ido a la guerra y todavía estoy en guerra. Y no es una guerra contra alguien de fuera. Es una guerra interna. Por eso mientras esté viva estaré en guerra.

Si puedo mirar directamente mi vida y mi muerte sin acobardarme, sé que nunca más me podrán hacer nada. Porque me percibo atemporal, amorfa, cósmica, como una semilla estelar.

A través de nuestros movimientos externos podemos darnos cuenta del dolor o la ausencia de éste, sólo para vislumbrar el grado de silencio que nuestro cuerpo vive internamente. Y entonces, busco barrer la conciencia, y serpenteo al miedo (intento) como si estuviera en una carretera llena de curvas, por lo tanto es casi un ejercicio diario (intentar) ir más allá de la simple superficie estéril. Subiendo y bajando por cada nervio. Mi cuerpo, un barómetro: busco alterar el diseño entero.

Necesito recordarme a mí misma la alegría, la levedad, la risa tan vital para mi vida y mi salud. Regresar a mi origen, ahí donde soy esto y mucho más.

Y sin embargo, sin comunidad ciertamente no hay liberación, no hay futuro…. Ser común-unidad nos acerca a la fraternidad, a la re-evolución del cambio, a la amorosa participación.

Me siento como otra mujer, salida de la crisálida y me convierto en una yo más ancha, estirada; fuerte y excitada, un músculo flexible y listo para la acción. Solo mujer. Mujer de día, mujer de noche; mujer fecunda, mujer estéril; mujer blanca, mujer negra; mujer joven, mujer vieja; mujer tierra, mujer diosa.

Estoy aprendiendo a vivir más allá del miedo viviendo a través de él… Porque ¿qué es el miedo? Solo una excusa para no lanzarse al vacío.

Yo iba a morir, tarde o temprano, ya sea que hubiera hablado o no. Mis silencios no me habían protegido, tu silencio no te protegerá. No solo podemos hablar sino también gritar y hasta vociferar, porque la voz es nuestro privilegio.

Ahora creo que lo que era más importante no era lo que elegí hacer, sino que era consciente de ser capaz de elegir….. Consciencia, el logro más grande.
Aprendo y acepto a reconocer con gratitud que: cada mujer responde a la crisis a partir de un esquema general, que es el diseño de quien ella es y cómo ha sido vivida su vida. Su existencia diaria.

Porque el silencio nunca nos ha traído nada valioso. La palabra puede no ser agradable para muchos, para muchas, y puede traernos problemas, porque nombrar lo “incorrecto” suele ser un problema, pero la importancia de romper el silencio radica en que se da voz a algo, y cuando algo se nombra existe.

Repetidamente he llegado a la convicción de que lo que es más importante para mí debe ser dicho, debe ser verbalizado y compartido, incluso arriesgando a que esto sea desvirtuado o malentendido. Por que no importa lo que se dice, no importa cuál sea la verdad dentro de mí, cómo he vivido ese dolor. La apuesta recae en dejar de guardar silencio.

¿De qué había tenido miedo? Cuestionar, o decir lo que pensaba, podría haber significado dolor o muerte. Pero toda sufrimos de tantas maneras diferentes, todo el tiempo, y el dolor o cambia, o termina. La muerte, por otro lado, es el silencio final. Ahora, no dejar de cuestionarme, frente a las otras, frente a lo que me han dicho que debo ser.

Yo iba a morir, tarde o temprano, ya sea que hubiera hablado o no. Mis silencios no me había protegido. Tu silencio no te protegerá. Mi silencio no me protegerá. Nuestros silencios no nos protegerán. Nuestros silencios no nos protegerán. Habrá que repetirlo como un mantra, y hacernos fuertes, entre todas.

Cada una de nosotras está aquí ahora porque de alguna manera compartimos un compromiso con el lenguaje y con el poder del lenguaje. Nos hemos reunido con un propósito, un poco sin saberlo. Contar-nos, revelar-nos, decir-nos. Nombrar todo aquello que escapa del molde. La cajita en que estuvimos metidas nos ha quedado demasiado pequeña. Por fin se ha roto, y no necesitamos otra caja. Necesitamos aceptar las diferencias y aceptar todas las voces que somos cada una.

Mi trabajo es habitar los silencios con los que he vivido y llenarlos de mí misma hasta que tengan los sonidos del día más brillante y del trueno más fuerte. Y entonces ya no quedará lugar dentro de mí para lo que ha sido excepto como memoria de dulzura realzando lo que puede y va a ser. La posibilidad y lo que ya estoy siendo, lo que estamos siendo. 

***



Me arrepentí de mis silencios, de callar para ser bonita. Solo la muerte es el silencio total. Mis silencios no me habían protegido, tu silencio no te protegerá. ¿Qué necesitas decir? ¿Cuáles son las tiranías que te tragas día a día e intentas hacer tuyas, hasta que enfermes y mueras de ellas, todavía en silencio? Yo misma perdida, la verdadera yo gritando. Podemos sentarnos en nuestros rincones mudas como botellas, y aún así no tendremos menos miedo, el miedo es poderoso cuando no se le da voz. Dejar de ser invisible, sin miedo al juicio. Ser fuerte sin opción. Sea cual sea el mensaje, espero sobrevivir a su entrega. Sin comunidad no hay liberación; mis miedos eran los miedos de todas. Creo que mi cuerpo sabía que había algo maligno ahí, en alguna parte, y que eventualmente iba a tener que enfrentarlo. La verdadera yo. El lujo de no tener miedo. Luchaba contra mí demonio interno de la desesperación, luchando por mi propia alma. Confrontar, encontrar que los sueños son válidos, recordar la alegría, la risa. Vivir más allá del miedo a través del miedo.
 
…y entonces recordaba que siempre hemos sido temporarias

Las mujeres hemos sido programadas para ver nuestros cuerpos solo en términos de cómo los demás los ven y los sienten, más que como los sentimos nosotras y cómo deseamos usarlos.



Tuve que recordarme a mí misma que ya había vivido todo eso. Había conocido el dolor, y lo había sobrevivido. Sólo me quedaba darle voz, compartirlo para usarlo, para que el dolor no fuera malgastado.



¿Cuáles son las palabras que todavía no tienes? ¿Qué necesitas decir? ¿Cuáles son las tiranías que te tragas día a día e intentas hacer tuyas, hasta que te enfermes y mueras de ellas, todavía en silencio?



“Cuéntales cómo nunca eres realmente una persona entera si te quedas en silencio, porque siempre está ese pedacito dentro de ti que quiere ser dicho, y si lo sigues ignorando, se enoja cada vez más y se calienta cada vez más, y si no lo dices un día va a saltar y a darte como una piña en la boca”



Podemos sentarnos en nuestros rincones, mudas para siempre, mientras nuestras hermanas y nosotras mismas nos arruinamos, mientras nuestros hijos e hijas son distorsionados y destruidos, mientras nuestra tierra es envenenada, podemos sentarnos en nuestros seguros rincones mudas como botellas, y aún así no tendremos menos miedo.



En la transformación del silencio en lenguaje y acción, es vitalmente necesario que cada una de nosotras defina o analice su función en esa transformación, y reconozca su rol como vital para esa transformación.



“no es la diferencia lo que nos inmoviliza, sino el silencio. Y hay tantos silencios para romper”.


Este texto es un ejercicio colectivo del Círculo de lectura feminista y laboratorio de escritura que realizamos cada martes en la Librería El Astillero. Una reunión semanal que ha dado pie a un montonal de textos que estaremos poco a poco compartiendo, pero quisimos iniciar con éste porque la idea fue hacerlo entre todas. Primero leímos Diarios del cáncer, de Audri Lorde; luego tomamos todas las frases que nos resonaban y lo intervenimos con palabras nuestras. También en uno de los casos fue una paráfrasis de muchas partes del texto, que hicieron un nuevo escrito. Así, escribimos con la autora, y todas juntas. 
Gracias por leer y por compartir. 
Adriana Romo, Hilda Cisneros, Ileana del Río, Irma Hernández, Cristal Vargas, Abril Márquez, Maribel Ortíz, Michelle Silveira y Ruth Castro.

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