viernes, 13 de octubre de 2017

Las lloronas


A.Romo

Cuentan que hace muchos años, en la época que México era colonia española, existió una mujer que por despecho amoroso mató a sus hijos, y arrepentida, casi inmediatamente quedó condenada a buscarlos y llorarles por toda la eternidad. Con el dolor de una pérdida irreparable deambula por todo el país siempre llamándolos: ¡Aaayyyy….mis hijos! Y su lamento provoca escalofríos a quienes la escuchan.
Yo creo que hace tiempo en mi México nos hemos acostumbrado a sus lamentos y ya no nos provocan miedo ni escalofríos; a algunas personas quizá compasión, y a las menos, indignación y solidaridad. Las lloronas de hoy sólo encuentran eco a sus lamentos y su dolor.
He conocido a algunas personalmente, de otras he sabido porque alguien me habló de ellas, a unas las he visto a la distancia, pero las lloronas tienen rostro, y al hablar de estos rostros vienen a mi pensamiento muchos nombres, porque los rostros tienen nombres, y a lo largo de los años han cruzado por mi camino,  transformado mi vida y también mi propio rostro.
Rostros espejos de un dolor silenciado, dolor que se pierde ante las impactantes imágenes cotidianas y noticias de ejecutados, asesinados, desaparecidos, esfumados, y vueltos invisibles, dejan vacíos en la vida de quienes los amaron al margen de cualquier justificación o juicio que se busque dar a su muerte o desaparición.

Las lloronas de Ayotzinapa
Las lloronas de San Fernando
Las lloronas de Tlataya
Las lloronas de los feminicidios
Las lloronas de Sonora
Las lloronas de Allende
Las lloronas de las fosas clandestinas
Las lloronas de todo México

Rostros de madres que se multiplican por miles y quedan como fondo de un escenario deshumanizado y deshumanizante.
Políticos insensibles y mediocres como directores de esta obra que permanecen impávidos ante una angustia creciente, oprimida, callada, pero no por eso menos destructiva.
Angustia y dolor creciendo en miles de duelos inelaborables que alcanzan ya a una sociedad completa.
Angustia y dolor creciendo lentamente como una marea dispuesta a romper el dique que impone el poder mal ejercido.
Miles de muertos y desaparecidos, por cada uno de ellos rostros que no son los protagonistas principales de las noticias y de las historias, sino rostros que permanecen en el olvido aparente.
¿Quién hará justicia por todos ellos?
¿Quién hará justicia y reparará este país que se desmorona ante nuestros ojos?
¿Quién escucha a las lloronas?
Pobre México, perdido en los estrechos límites de la pobreza. La frontera con la muerte acechante. Sin tiempo ni espacio externo sólo queda la imaginación. Porque casi todas las lloronas son pobres y sobre ellas se ensañan de manera especial todas las violencias.

Las lloronas de hoy siguen buscando eternamente a sus hijos e hijas. El peso de la violencia social cae sobre las mujeres, principalmente sobre mujeres pobres, ellas son las que dan el primer paso y salen a las calles solas y en el camino se van encontrando, formando un colectivo que comienza a gritar lo que sucede; los pasos iniciales son movidos por la lógica del afecto, por la necesidad de encontrar a sus seres queridos.
Las nuevas lloronas son las mujeres obligadas por las circunstancias a enfrentar el impacto de la violencia en sus propias vidas.
Ellas tienen que hacer frente a los duelos por las pérdidas familiares y sociales, y la mayor parte de la reconstrucción recae sobre sus espaldas. Son lloronas en búsqueda de los perdidos y son madres de los presentes
Las lloronas de hoy……. ¿Cuántas lloronas más necesitan haber en México para levantarnos y romper de una vez con la maldición?

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