miércoles, 5 de julio de 2017

Desierto: mis aprendizajes





A. Romo

Te fui amando de a poquito, casi sin darme cuenta, con la memoria de amores lejanos. Llegué sin conocerte y te encontré: silencioso, ardiente, limpio, abierto, dispuesto a recibirme aunque sin un abrazo. No me diste la esperada bienvenida, a mí, que venía con tanto frío en el alma.
Tuve miedo y rabia, desesperanza, en las muchas veces que mis lágrimas derramadas por la nostalgia y el dolor cayeron en ti, y las secaste tan rápido e insensiblemente que mi perplejidad fue mayor a las emociones despertadas por tu indolencia.
Te odié, cada vez que golpeaste mi rostro con tus ásperas manos, cada vez que mi cuerpo con frío no recibió cobijo, y todas las tardes que reflejaste la sangre de mis heridas sin tener la compasión de curarlas.
Tú, imperturbable como siempre, te limitabas a estar, a ser mudo testigo de mis dudas, mis nostalgias, mi eterno deseo de huir, mis reproches y mi tristeza.
Cada tarde nublada por la cortina de tierra oculto mi depresión a los ojos de otros.
Muchos años fue así nuestra relación; yo esperando respuestas, tú sin darlas. Yo desesperada… tú, impasible.
Muy despacio he ido comprendiendo, oído en tu silencio las respuestas  anheladas, besando tus labios siempre cerrados he saciado mi sed, gota a gota; recorriendo tu cuerpo he encontrado rincones acogedores en donde descansar esta añeja fatiga. He sido bañada por el rocío de tus noches y la claridad de tu cielo me ha purificado. Mi luz se ha significado en tu sombra.
Hoy contemplo la inmensidad de la vida como un horizonte tan amplio como el tuyo. Confío en todo lo aprendido a tu lado y me llevo las fortalezas que me regalaste.
Han pasado demasiados años desde nuestro primer encuentro y nuestro amor ha cumplido su ciclo. Me diste mucho, como es tu costumbre, en una forma callada y modesta que es capaz de dar agua y vida en medio de la nada y que sólo quien te conoce sabe distinguir el cactus preciso para calmar la sed, y encontrar tenues huellas en tu arena sin extraviar el rumbo.
Aprendí lentamente todo lo necesario para convertirme en la mujer que ahora soy,  fue un intensivo y difícil entrenamiento de supervivencia extrema, como sólo se puede dar en lugares que nos prueban, como en ti. Mi desierto…mi amante